Ayer dando un paseo por mi pueblo me encontré casualmente con con mi “padrino de teja” y recordé con él una tradición de Cazalilla y de otros pueblos de Andalucía, que poco a poco se va perdiendo, quizás por los cambios de costumbres y mentalidad entre los jóvenes y también de los no tan jóvenes.
Siguiendo con la línea marcada por la entrada "Palabras" en la que voy listando palabras que están en desuso en mi pueblo y en otros cercanos, he querido mencionar aquí esta tradición y explicarla un poco, porque detrás de cada una de estas costumbres hay una serie de palabras que van cayendo en desuso al mismo ritmo que la tradición. También podéis dejar algún comentario de vuestra propia experiencia, si es que seguisteis esta tradición en vuestro pueblo.
Con la edad de 16-18 años era ya hora de que una chiquilla se echara novio formal. Antes de esto el novio ya había tanteado el terreno, o sea, había pretendido a la novia. Los jóvenes solían salir en pandilla como ahora también se hace, y entre esos amigos de la pandilla había siempre un amigo especial para ella. Llegado el momento ese amigo especial o pretendiente se convertía en novio formal pero antes tenía que pasar por uno de los peores tragos a los que se había enfrentado hasta el momento: plantarse delante del futuro suegro y a puerta cerrada, entre hombres, pedirle la puerta al padre de la novia. Para hacerlo exponía al padre de la niña sus intenciones. Entre tartamudeos, porque algunas veces era el padre el que más hablaba, el noviete le contaba al suegro que llevaba mucho tiempo pretendiendo a su hija y que tenía la intención de formalizar la relación ante sus padres y la familia. También pedía permiso para hablarle en la casa o venir a recogerla a la puerta de casa y devolverla a este lugar después del paseo. Mientras el pretendiente escuchaba las lecciones de vida del patriarca las mujeres de la casa esperaban con impaciencia y nerviosas, fuera del salón y pegadas a la puerta a ver si podían oír algo. Lo normal era que el padre diera el visto bueno quedando así el joven comprometido ante la familia. La confirmación de que todo había ido bien era cuando el suegro daba una voz a su hija y le pedía que fuera a la cocina y preparara una tapilla y unos biscúter del Alcázar (o botellines para los que lo entiendan mejor así), para sellar el compromiso. Pedir la puerta era un rito cargado simbolismo y formalidad en el que la familia de la zagala se daba por enterada oficialmente del inicio del noviazgo.
La rotura de la teja: antes de que el joven entrara a casa de la novia para la pedida de la puerta, otro ritual se llevaba a cabo en plena calle. Se reunían en la puerta de la casa de la chica todos los amigos de la pandilla. Los futuros novios se cogían de las manos y enfrente de ellos el padrino de teja enseñaba al novio una teja de barro, de las que se usan en los tejados y le preguntaba al chico:
-¿A quién quieres más a la novia o a la teja?
Por supuesto el zagal respondía: -¡A la novia! Entonces el padrino de teja, tiraba la teja al suelo, a sus pies, para que se rompiera en mil pedazos. Era normal que ese día por ser un día muy especial, el novio convidara a la pandilla. La teja que se usaba no era una teja cualquiera. Había sido preparada los día previos. Las amigas de la novia la decoraban pintándola y adornándola expresamente para ese día. Los preparativos no eran secretos pero se hacían sin que los novios supieran los detalles. Así siempre estaba la sorpresa de ese bonito acontecimiento.
La rotura de la teja: antes de que el joven entrara a casa de la novia para la pedida de la puerta, otro ritual se llevaba a cabo en plena calle. Se reunían en la puerta de la casa de la chica todos los amigos de la pandilla. Los futuros novios se cogían de las manos y enfrente de ellos el padrino de teja enseñaba al novio una teja de barro, de las que se usan en los tejados y le preguntaba al chico:
-¿A quién quieres más a la novia o a la teja?
Por supuesto el zagal respondía: -¡A la novia! Entonces el padrino de teja, tiraba la teja al suelo, a sus pies, para que se rompiera en mil pedazos. Era normal que ese día por ser un día muy especial, el novio convidara a la pandilla. La teja que se usaba no era una teja cualquiera. Había sido preparada los día previos. Las amigas de la novia la decoraban pintándola y adornándola expresamente para ese día. Los preparativos no eran secretos pero se hacían sin que los novios supieran los detalles. Así siempre estaba la sorpresa de ese bonito acontecimiento.
A la mañana siguiente la puerta de la casa de la novia aparecía con varios trozos de teja rota en el suelo y toda la gente del pueblo que pasaba los veía y comentaban: -Ya le han tirado los tejos a fulanita, que se ha puesto novia con cetanito. Ese era el comentario del día en el pueblo.
La teja era todo un rito de inicio a una de las fases de la vida más bonita para la pareja, que es la del noviazgo. El noviazgo se acaba, claro está, el día de la boda, después de uno o varios años de novios formales.
Hay algo que ha cambiado entre la juventud de ahora y la de antes, y es que en lo tocante a las relaciones de pareja, cada paso adelante que se daba en la relación, era todo un acontecimiento para ambos y para la gente que la rodeaba. Hoy en día, hemos cambiado la pedida de la puerta por una mensaje en vídeo con twitter y los cascotes de teja por un evento en facebook. La verdad es que ahora la noticia se extiende antes, pero el sabor y las risas del día de romper la teja, esas no tienen igual.
Hay algo que ha cambiado entre la juventud de ahora y la de antes, y es que en lo tocante a las relaciones de pareja, cada paso adelante que se daba en la relación, era todo un acontecimiento para ambos y para la gente que la rodeaba. Hoy en día, hemos cambiado la pedida de la puerta por una mensaje en vídeo con twitter y los cascotes de teja por un evento en facebook. La verdad es que ahora la noticia se extiende antes, pero el sabor y las risas del día de romper la teja, esas no tienen igual.
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